Por Diego Catatumbo
Aquel noviembre de 2021, Bogotá estaba en silencio, pero en los pasillos de Tel Aviv, la historia se escribía en billetes verdes y bajo promesas de vigilancia. La comitiva del entonces presidente Iván “El bobo” Duque, integrada por generales y funcionarios de alta cúpula militar y defensa, volaba hacia Israel con un objetivo claro y oscuro a la vez: adquirir el software de espionaje más temido del siglo, Pegasus. Allí los esperaban reuniones oficiales de intercambio de “conocimiento e información” entre Colombia e Israel, palabras que dejaban en el aire la complicidad de un acuerdo mucho más letal.
Edison Bolaños, en su programa Señal Investigativa, desenmarañó los secretos de esta transacción. La historia de Pegasus en Colombia ha sido una sombra que se mueve con discreción entre cifras millonarias y la bruma de los secretos de Estado. Según las investigaciones, los 13 millones de dólares que Colombia pagó por el software espía provenían de un fondo inusual: dinero incautado al narcotráfico. Aquellos billetes, confiscados en suelo colombiano, viajaron clandestinamente hasta el banco Hapoalim en Tel Aviv, un hecho que solo un selecto grupo conocía, y que quedaría registrado con el visto bueno del general israelí Yair Culas, jefe de exportaciones del Ministerio de Defensa de Israel.
Mientras el subpresidente “El bobo” Duque paseaba entre las salas de altos mandos y ceremonias oficiales, en reuniones paralelas la delegación negociaba la adquisición de un software que pondría en riesgo la privacidad de miles de colombianos y colombianas. Un software espía que no respeta la intimidad digital de las personas. La presencia del general Juan Diego Sepúlveda, del Comando Conjunto Cibernético de las Fuerzas Militares, y de Carlos Iván Moreno, quien meses después asumiría la comandancia del ejército, confirmaban que el país se preparaba para fortalecer sus estrategias de vigilancia en una operación que apenas comenzaba a revelarse.
El software Pegasus, una herramienta de espionaje diseñada para infiltrarse en dispositivos móviles sin dejar rastro, sería utilizado, según fuentes consultadas, para monitorear la situación en Venezuela y “proteger” la seguridad nacional colombiana. Sin embargo, los alcances de esta vigilancia irían más allá de las fronteras: entre las posibles víctimas de este sistema se encuentran periodistas, políticos de la oposición y defensores de derechos humanos, convirtiendo el software en un arma de persecución interna.
El periodista israelí Gur Mejido, quien fue el primero en descubrir la conexión entre NSO Group, fabricante de Pegasus, y Colombia, detalla cómo el general Culas facilitó la entrada de esos 13 millones de dólares en efectivo al banco israelí. “La ley de lavado de dinero no fue obstáculo”, comenta Mejido con una mezcla de ironía y frustración. “Las autoridades israelíes vieron la oportunidad de mover dinero que de otro modo nunca habría salido a la luz”.
De regreso en Colombia, el presidente Gustavo Petro confirmaría la existencia de Pegasus y de las transacciones ilegales que tuvieron lugar bajo el gobierno anterior. Sin embargo, el software nunca fue entregado oficialmente al nuevo gobierno. El paradero de Pegasus sigue siendo un misterio, y las autoridades no logran determinar en manos de quién está realmente esta arma digital. Las declaraciones de exfuncionarios apuntan a que podría estar siendo manejado por militares retirados con conexiones en la inteligencia nacional, quienes lo utilizarían para ejercer un control invisible, pero permanente, sobre los ciudadanos.
La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) ha iniciado investigaciones para determinar si periodistas colombianos han sido objeto de espionaje mediante Pegasus. La organización señala que este tipo de vigilancia no solo vulnera la privacidad de las personas, sino que además interfiere con la libertad de prensa y amenaza la seguridad de quienes se atreven a denunciar la corrupción y el abuso de poder en Colombia. Jonathan Bock, director de la FLIP, menciona que “Pegasus es una herramienta que convierte a cualquier teléfono en un espía al servicio de quien controla el software”.
Los ecos de la historia de Pegasus en Colombia resuenan con un inquietante paralelismo a episodios oscuros del pasado, como el escándalo de las “chuzadas” del DAS durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. El expresidente de la Corte Suprema, César Julio Valencia Copete, quien fue víctima de estas interceptaciones ilegales, asegura que los tiempos actuales traen reminiscencias de aquellos años de persecución y acoso a magistrados, periodistas y opositores. Sus palabras resuenan como una advertencia: “No podemos regresar a ese oscuro pasado”.
Mientras las investigaciones avanzan lentamente, las sospechas y los rumores en torno al uso de Pegasus aumentan. La pregunta no es solo quién tiene ahora el control de este software en Colombia, sino para qué se está usando y con qué objetivos. La crónica negra de Pegasus continúa en un país donde el espionaje ya no es solo una herramienta de seguridad, sino una moneda de cambio en el juego de la política y la intimidación.
Esta es la cuarta entrega de una serie de crónicas que seguirán desentrañando el entramado de corrupción, espionaje y abuso de poder que amenaza con oscurecer la democracia en Colombia. Pegasus, lejos de ser una herramienta de seguridad, se ha convertido en un espectro macabro que persigue a quienes exigen transparencia y justicia.