Por: Hernán Camacho
Hace ocho años (2017) el Carlos Lozano, exdirector del semanario VOZ y destacado dirigente Partido Comunista Colombiano, le dirigió una carta al comandante Nicolás Rodríguez Bautista, máximo jefe del ELN en aquel momento (2008), haciendo un vehemente llamado para proteger a los militantes comunistas desarmados que se dedicaban al liderazgo social y comunitario, mientras eran víctimas de las balas del ELN.
Lozano, denunció y reprochó al propio Bautista por los crímenes cometidos contra líderes comunistas, especialmente en Arauca, y reiteró que entre revolucionarios las diferencias no deben zanjarse con violencia, mucho menos contra aquellos que no portan armas. «La historia no los perdonará», advirtió, apelando al compromiso ético de las causas revolucionarias.
En la misiva, Lozano lamentó que, pese a esos avances históricos, el ELN continúa atentando contra comunistas desarmados, incumpliendo la promesa de parar esa violencia clasificándolos como actos injustificables y cobardes, que miembros del ELN entraran a casa de dirigentes sociales y los asesinaran por ser militantes comunistas.
Hoy, como desde hace dos décadas el Partido Comunista Colombiano llama al ELN a parar la violencia y buscar caminos de dialogo ante la crítica situación en la región del Catatumbo, marcada por desplazamientos forzados y violencia generalizada. El diálogo como única vía para resolver el conflicto respetando los derechos humanos y las garantías plenas para la población civil no combatiente.
El ELN hace rato dejo de estar en la agenda de interés de los colombianos y colombianas. La política parece pesar menos que el fetiche a las armas. El militarismo nunca puede llevar la vocería en una lucha revolucionaria por un cambio profundo, sino claudica. No todos los miembros del COCE ni de sus estructuras avalan acciones que pongan en vilo al pueblo que dicen defender. Hasta en el interior de esa comandancia deben recomponer la correlación de fuerzas para avanzar con acciones ciertas de paz, o la historia le cobrará un nuevo error: un efímero triunfo militar no puede esconder una apabullante política.
El Partido Comunista Colombiano le ha hecho un llamado al ELN en su editorial del periódico VOZ: “Instamos al ELN a un cese urgente de violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Estas acciones no solo contradicen los principios de una organización rebelde con anhelos de cambios revolucionarios”.
Como decía Carlos Lozano a la comandancia del ELN, Las guerras revolucionarias no son infinitas y cuando no se triunfa por esa vía, se imponen las salidas políticas dialogadas, inherentes a la ideología humanista que profesamos”. Más claro, imposible.
Responsable comunicaciones Unión Patriótica
A continuación, La Chispa replica la carta de carlos lozano (2017) a la comandancia del ELN
Apreciado compañero Nicolás:
El 3 de noviembre de 2007, cinco días antes de la reunión de Iván Márquez con el entrañable presidente Hugo Rafael Chávez Frías para hablar del acuerdo humanitario en Colombia, usted y yo nos reunimos en algún lugar de la capital de la República Bolivariana de Venezuela, en presencia también de Antonio García, para intercambiar opiniones sobre la situación política del país, un año después de iniciado el segundo gobierno de la “seguridad democrática” de Álvaro Uribe Vélez; y sobre el absurdo enfrentamiento entre el ELN y las FARC-EP en varios territorios y del “daño colateral”, como tal vez lo calificó Antonio, de las muertes de militantes del Partido Comunista Colombiano.
La reunión la solicité por recomendación del comandante Chávez a quien tanto los colombianos le debemos en la búsqueda de la paz, en lo cual fue infatigable, y usted la aceptó con gentileza e interés, así me lo expresó cuando nos saludamos. Recuerdo que de entrada, aunque nunca nos habíamos visto, usted me trató de manera afectuosa. Siempre me llamó Carlitos en nuestra larga conversación. En la mañana, hasta el almuerzo, nos acompañó Antonio y luego continuamos los dos el interesante diálogo.
Usted me dijo que estaba en Caracas para hablar con Iván Márquez, no era otro el propósito. “Es inconcebible que nos matemos con los camaradas de las FARC, eso no nos los perdonará la historia”, fueron sus palabras que me conmovieron en mis fibras de revolucionario. Así las escribí y resalté en mi pequeña libreta donde consigné las anotaciones de nuestra conversación.
Usted quería reunirse con Manuel Marulanda para zanjar las diferencias y ponerle fin a esa guerra inútil y estúpida entre las dos fuerzas guerrilleras. Le hice llegar su deseo al comandante Manuel y él me respondió: “Creo que es importante y necesario; ojalá no me quede mal como la última vez que quisimos hacerlo cuando los diálogos del Caguán”.
Usted se reunió con Iván Márquez y creo que ese encuentro abrió la puerta para que varios meses después se pactara la paz entre Timoleón Jiménez, enviado por Alfonso Cano y el Secretariado de las FARC-EP; y Antonio García, enviado por usted y el COCE. Fue un acto histórico que le puso fin al insensato enfrentamiento bélico entre las dos organizaciones. En el Partido lo celebramos porque fueron casi tres centenares nuestros militantes asesinados por el ELN. Lo peor, compañero Nicolás, es que aún en Arauca el ELN sigue asesinando comunistas. Son crímenes cobardes contra gente inerme y desarmada. Usted debe ordenar que se suspendan esos actos viles. No pueden repetirse, si nos atenemos al sentido de lo conversado por los dos en aquella reunión fraterna.
(2da parte):
Terminada nuestra reunión del 3 de noviembre de 2007, usted me llevó hasta la puerta del hotel en donde me alojaba en el centro de Caracas. Cuando descendí del vehículo me encontré con la periodista Constanza Vieira, quien cubría los pormenores de la reunión de Iván Márquez con el presidente Chávez. Me dijo con inquietud: “Sé que Gabino está en Caracas y quiero ubicarlo para una entrevista”. Apenas sonreí y pensé: “Constanza me mata si llega a saber que a quien busca para entrevistar está ahí, dentro de ese vehículo del que acabo de descender”.
Debo decirle que me agradó la reunión. Creo que fue positiva y de alguna manera, lo digo con modestia, fue útil para que se superaran los enfrentamientos del ELN y las FARC. Me siento orgulloso de haberlo conocido y aprendí lecciones nuevas de un dirigente revolucionario como usted.
Pero como le escribí en el último párrafo de la primera parte de esta larga carta, el ELN sigue asesinando comunistas en el departamento de Arauca. Sin ninguna justificación y ni siquiera con el pretexto del enfrentamiento con las FARC-EP que ya no existe. Entre revolucionarios las diferencias no se zanjan a tiros, sobre todo cuando una de las partes no está armada y se encuentra inerme frente a los desafueros violentos del contradictor. Creo que en el espíritu de nuestra cordial y fructífera conversación de hace nueve años esos ataques y asesinatos no pueden tener lugar. La historia, como usted mismo me lo dijo, no los perdonará. Usted, compañero Nicolás, no puede permitirlo.
Y pasando a otro tema, en carta suya al Secretariado de las FARC, usted les dice que no comparte los acuerdos recientes, aunque respeta su decisión soberana y les desea buena suerte en la implementación. Sin embargo, quisiera decirle que hay una realidad en Colombia y en América Latina que no se puede desconocer. Las guerras revolucionarias no son infinitas y cuando no se triunfa por esa vía, se imponen las salidas políticas dialogadas, inherentes a la ideología humanista que profesamos.
Tiene usted razón en que las causas del alzamiento armado en Colombia no han desaparecido, pero sí es posible combatirlas mediante acuerdos concretos como los de La Habana y con la movilización democrática y popular, creando las condiciones para la acción política y una nueva correlación de fuerzas en el escenario nacional en condiciones de paz y mediante la unidad de las fuerzas avanzadas hacia una asamblea nacional constituyente.
La guerra es cruel y se degrada con el paso del tiempo. Hay que ponerle fin a tanta tragedia que deja víctimas inocentes y esa también es una decisión revolucionaria. La paz tiene nombre de izquierda. Fraternal saludo.