Lo que sucede en Gaza no es simplemente un conflicto o una guerra, es un genocidio en curso. La ofensiva de Israel, liderada por Benjamín Netanyahu y respaldada por una ideología de odio, ha causado la muerte de casi 42,000 palestinos, más de la mitad de ellos mujeres y niños. Este trágico saldo no puede entenderse bajo los términos habituales de un enfrentamiento militar, ya que el objetivo parece ser la aniquilación de una población civil atrapada en un enclave asediado.
A pesar de que los medios internacionales, a través de sus cadenas de televisión y plataformas digitales, presentan esta situación como un conflicto entre Israel y Hamas, la realidad es mucho más devastadora. La respuesta de Hamas el 7 de octubre de 2023, tras años de sometimiento, dejó un saldo de 1,100 israelíes muertos y unos 250 secuestrados. Sin embargo, la represalia israelí en el último año ha desplazado al 90% de la población de Gaza (2,3 millones de personas), dejándolas sin hogar, sin acceso a alimentos y agua potable. Familias enteras sobreviven en campamentos improvisados, sin electricidad ni instalaciones sanitarias. Esta catástrofe no puede calificarse como una guerra convencional; es una operación con la aniquilación total de la población palestina como fin último.
Este genocidio está siendo legitimado por voces internacionales que permiten que Israel continúe su agresiva campaña. A pesar de las denuncias de organizaciones de derechos humanos y de la creciente presión global, el bloqueo israelí ha dificultado gravemente la entrada de ayuda humanitaria esencial. Los servicios básicos en Gaza han colapsado, lo que agrava aún más la desesperación de una población ya de por sí castigada por años de ocupación y aislamiento.
Las cifras de destrucción son desoladoras: más del 92% de las principales carreteras y el 84% de las instalaciones de salud en Gaza han sido destruidas o gravemente dañadas. La infraestructura hídrica, incluidas las plantas desalinizadoras y las estaciones de bombeo de aguas residuales, ha sido prácticamente eliminada. Estas acciones no solo representan un daño inmediato a la población, sino que condenan a Gaza a décadas de miseria y ruina. La comunidad internacional no puede permitir que esta devastación continúe bajo el pretexto de un conflicto bilateral.
Es momento de que la comunidad internacional actúe: lo que está ocurriendo en Gaza no es una simple guerra, es un genocidio deliberado. Detener esta matanza es una obligación moral y legal para el mundo. Benjamín Netanyahu, como el principal arquitecto de este genocidio, debe ser procesado por crímenes de guerra y llevado ante la justicia internacional. Solo así se podrá detener la impunidad y evitar que continúe esta tragedia humanitaria que ya ha cobrado demasiadas vidas. “si muere gaza, muere la humanidad” Gustavo Petro.
Foto: Alyazira