Por: Diego Catatumbo
La verdad suele abrirse paso, como en una grieta por donde germina ese tallo frágil en principio, pero que en cuanto va creciendo conmociona los cimientos de las mentiras. En 2021, una grieta se abrió en el mundo del espionaje internacional y las promesas huecas de seguridad estatal se conoció como Proyecto Pegasus.
Una investigación conjunta de Forbidden Stories y Amnistía Internacional desnudó ante el mundo lo que pocos querían creer, pero que algunos poderosos bien sabían: que los gobiernos de varios países —esos mismos que hablan de libertad, de derechos, de libre mercado y de democracia— estaban usando un software espía de fabricación israelí, conocido como Pegasus, para vigilar, callar, y en algunos casos, destruir a quienes osaran cuestionarles.
No era cualquier software. Pegasus, una bestia digital invasiva creada por NSO Group, es un espía invisible que penetra hasta el último rincón de la vida digital de su objetivo. Basta con un enlace malicioso o una llamada perdida para que el software entre, se instale en silencio, y desde ahí despliegue su poder de vigilancia. El software es un intruso que ve tus mensajes, escucha tus conversaciones, toma fotos sin que lo sepas, y puede encender tu micrófono en la soledad de la noche. Un intruso con licencia de algunos gobiernos para espiar a la ciudadanía.
Rostros y voces bajo vigilancia
La lista de vigilados no es corta ni discreta. Estamos hablando de 50,000 números de teléfono. Cincuenta mil personas que, en teoría, son intocables, protegidas por sus cargos y su popularidad. Están los presidentes, los primeros ministros, los periodistas que revelan secretos incómodos, los defensores de derechos humanos que documentan los abusos y la brutalidad estatal. Los nombres incluyen a Emmanuel Macron en Francia, Imran Khan en Pakistán, Cyril Ramaphosa en Sudáfrica, y Jamal Khashoggi, el periodista saudí que pagó con su vida su desafío al régimen.
¿Y quiénes estaban detrás de esta red de vigilancia? Gobiernos que proclamaban proteger la libertad: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Israel, Colombia, México, Ucrania, Marruecos, y Hungría, entre otros. Al principio, NSO Group quiso cubrir el sol con un dedo, argumentando que Pegasus solo se vendía a gobiernos «responsables» para combatir el terrorismo y el crimen. Pero el crimen, parece, se define según el interés de cada quien, y por lo general en la historia de la humanidad cuestionar al poder suele ser el mayor crimen de todos.
La reacción internacional: ecos de indignación
Las revelaciones del Proyecto Pegasus sacudieron al mundo. Activistas, organizaciones de derechos humanos y políticos de todas las ideologías condenaron el uso de Pegasus. Sin embargo, la indignación pública es un recurso efímero, y el escándalo no tardó en convertirse en burocracia. Hubo investigaciones, hubo llamados a regular la venta de software de espionaje, y la Unión Europea debatió sanciones y marcos legales. Los discursos se llenaron de palabras como “regulación” y “responsabilidad”, pero ¿qué significa regular a un monstruo que ya tiene medio mundo bajo vigilancia? ¿Qué significa hablar de responsabilidad con un país como Israel que ha quebrantado todas las normas del derecho internacional impunemente?
Mientras tanto, NSO Group sigue en pie. Las prohibiciones de papel, como la que impuso Estados Unidos, no bastan para acabar con un negocio que es tan lucrativo como oscuro. Después de todo, la vigilancia se ha vuelto un arma diplomática, una herramienta de negociación. Con Pegasus, cada país tiene un Gran Hermano de Bolsillo y más discreto que el que se imaginara Orwell, y el concepto de privacidad se reduce a una mera ilusión.
El futuro que nos observa
Hoy, el mundo está bajo la sombra de Pegasus. El caso no es un simple escándalo de espionaje; es un recordatorio de que la tecnología que se nos prometió como herramienta de progreso la han tornado fundamentalmente en un arma de control. ¿Hasta dónde llegará la vigilancia en nombre de la seguridad? ¿Qué otras tecnologías están esperando en la sombra para seguir el camino de Pegasus? ¿Qué pasará en Colombia con Pegasus si de todos modos lo siguen operando pero ahora dicen que nadie sabe quién lo tiene?
Esta es solo la primera entrega de una serie de crónicas sobre un entramado de espionaje, corrupción y violaciones a los derechos civiles que conecta a gobiernos del mundo, empresas y estructuras de poder en una oscura sinfonía de control y silencio. En nombre de nuestra protección, nos espían, nos callan y nos arrebatan, pieza a pieza, lo que queda de nuestra libertad. Ese es el realismo capitalista. No se pierdan la próxima entrega.