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Petro y la utopía de la paz: una lucha contra la corrupción y el narcotráfico

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Por: Omar Romero

Colombia vive un momento crucial en su historia política. La presidencia de Gustavo Petro no es solo un gobierno más en la alternancia del poder, sino una apuesta por transformar las estructuras de corrupción y narcotráfico que han dominado el país por décadas. Sin embargo, este esfuerzo enfrenta una resistencia feroz de sectores que han convertido el crimen y la impunidad en su modelo de negocio. La pregunta que surge es: ¿es posible la utopía de Petro en una Colombia donde la corrupción parece estar enquistada en las instituciones del Estado?

El Poder en la Sombra: Corrupción y Narcotráfico

La denuncia de Petro sobre las amenazas en su contra no es solo un asunto de seguridad personal. Es la evidencia de que en Colombia existen poderes ocultos que no permiten cambios estructurales. Cuando el presidente señala que narcotraficantes han adquirido misiles para derribar su avión, no está haciendo una simple advertencia, sino revelando la magnitud de la lucha que enfrenta. No se trata solo de opositores políticos, sino de una red criminal que ha infiltrado todas las esferas del poder, desde los puertos hasta las fuerzas de seguridad.

La historia nos muestra que aquellos que han intentado desafiar estas redes han terminado perseguidos, exiliados o asesinados. La lista es larga: Luis Carlos Galán, Rodrigo Lara Bonilla, Jorge Eliécer Gaitán. Ahora, Petro encarna la esperanza de un cambio, pero su supervivencia política depende de que el pueblo lo respalde de manera contundente.

El Narcotráfico: Un Estado Paralelo

El narcotráfico no es solo un problema de criminalidad, sino un sistema económico con sus propias reglas y estructuras de poder. Su infiltración en el Estado ha convertido a Colombia en un país donde la legalidad y la ilegalidad coexisten en un equilibrio perverso. Un claro ejemplo es lo que ocurre en los puertos. Mientras el gobierno y las fuerzas públicas incautan cargamentos de droga, toneladas de cocaína salen en contenedores con sello oficial. Esto no es un simple descuido, es corrupción sistemática.

Este modelo de doble moral es el que Petro intenta desmontar. No basta con capturar narcotraficantes; se necesita una reforma estructural que elimine la complicidad estatal y ofrezca alternativas económicas a los campesinos que hoy dependen del cultivo de coca. Pero para ello, el gobierno debe enfrentar a una élite económica y política que se beneficia del statu quo.

La Traición de los Ideales Revolucionarios

El caso del ELN es un ejemplo doloroso de cómo los ideales pueden ser pervertidos por la lógica del dinero y la violencia. Inspirado en la lucha social del sacerdote Camilo Torres, el ELN surgió como un movimiento que buscaba justicia para los más pobres. Sin embargo, con el tiempo, dejó de ser un grupo revolucionario para convertirse en un actor más del narcotráfico. Hoy, más que una guerrilla con objetivos políticos, es una mafia que compite por el control de territorios y rutas de droga.

Este es el reto que Petro enfrenta: recuperar el verdadero sentido de la lucha por la justicia social y diferenciarla de la criminalidad. Su utopía no puede basarse en pactos con estructuras corruptas, sino en la construcción de una sociedad donde la violencia deje de ser el único camino para la supervivencia.

El Pueblo Como Actor Principal del Cambio

La gran incógnita es si el pueblo colombiano está dispuesto a dar la batalla junto a Petro. La historia ha demostrado que los cambios estructurales solo ocurren cuando la ciudadanía se moviliza. Petro no puede enfrentar solo a estas fuerzas oscuras. Necesita que el pueblo se apropie de su utopía y la haga suya.

Es momento de decidir si queremos seguir en un país gobernado por la corrupción y el narcotráfico o si estamos dispuestos a construir una Colombia diferente. La utopía de Petro no es solo suya; es la esperanza de millones de colombianos que han sido víctimas de un sistema injusto.

Un Futuro Que Depende de Todos

La lucha de Petro no es solo la de un presidente; es la de un pueblo que ha sido secuestrado por el crimen y la impunidad. Su visión de una Colombia en paz y libre de corrupción puede parecer utópica, pero todas las grandes transformaciones comenzaron con una idea que parecía imposible.

El verdadero enemigo de Colombia no es un gobierno, sino las redes de poder que han convertido al país en un territorio de mafias y corrupción. Petro ha desafiado este sistema, y ahora es el pueblo quien debe decidir si lo deja solo o si convierte su utopía en una realidad. El llamado para el pueblo es claro: el camino es el respaldo, la lucha y la movilización. Hagamos ese sueño realidad.

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